
Estaciones de esquí infinitas, carreras de caballos sobre la nieve y hoteles de lujo con vistas maravillosas: así es St. Moritz, el paraíso suizo de la aristocracia
Entre lagos congelados y estaciones de esquí que parecen no terminar nunca, St. Moritz se dibuja como un precioso destino invernal.
La pequeña villa de St. Moritz es epítome de exclusividad y destino fetiche para los amantes de los deportes de invierno. Situada a más de 1800 metros de altura y con más de 300 días de sol al año, es el Dorado para los VIP de medio mundo que en esta temporada no quieren quitarse las botas de esquiar. La calidad de sus pistas, su sorprendente oferta gastronómica y de shopping o las experiencias que puedes encontrar aquí la convierten en un mirlo blanco. Pero lo más sorprendente es su Italian flavour. St. Moritz es una belleza suiza con alma italiana, por lo que la atmósfera es más relajada, dinámica y sociable que en otros rincones también muy deseados como Gstaad.
Te descubrimos sus secretos mejor guardados para que la visites como un insider. Y, para alojarte, no lo dudes, elige el renovado hotel Grace. La última incorporación a los hoteles de lujo de la ciudad con mucho que decir allí en la cima del mundo.
Cuando el camino es el viaje
La primera opción es volar hasta Zúrich y, luego, adentrarse en tren en el corazón níveo de la cordillera alpina. El último tramo, de Chur a St. Moritz, es una experiencia en sí misma: cascadas congeladas, pueblos nevados y estampas de belleza albina que podrás casi tocar con las manos desde el tren panorámico. Otra opción, para los amantes de las curvas y la conducción invernal, es volar a Milán y conducir hasta St. Moritz: tres horas de ruta escénica entre picos inalcanzables y carreteras que son un ocho infinito y sobrevuelan valles, ríos y pueblos de postal.

St. Moritz, una pequeña gran sorpresa
Sin ser la más bella de las localidades suizas, St. Moritz se ha convertido en epicentro del lujo. Su arquitectura sorprende por una ecléctica mezcla de tradición, años 70, edificios contemporáneos y ejercicios estilísticos como Chesa Futura, de Sir Norman Foster.
Un entorno atípico que la nieve unifica y en el que una viva programación cultural pone el calor necesario para convertirla en una meca de galerías de renombre internacional. De hecho, cuenta con su propio certamen artístico, el Nomad Art Fair, una feria en la que arte, arquitectura y diseño dialogan en espacios íntimos y personalizados para la ocasión.
Otro de sus grandes reclamos: las compras. Su calle principal, Via Serlas, es una corta (pero muy rentable) milla de oro. Para muestra un botón: la boutique que Chopard tiene aquí es la que más factura de Europa… Junto a ella se suceden los grandes nombres de la moda internacional desde Gucci a Hermès, pasando por Cartier y los popes de la lana, Loro Piana. Compiten con sus escaparates las exposiciones de galerías como Hauser und Wirth, Andrea Caratsch o Robilant+Voena.
El lago, escenario central
Parte del encanto de la villa es su lago, que se convierte en el centro de todas las miradas, pero es especialmente relevante cuando se hiela por completo entre enero y marzo. Entonces se convierte en un punto neurálgico tanto de atracción como de celebración.
Una capa de hielo de cincuenta centímetros lo transforma en un inesperado escenario natural para los eventos más exclusivos y variados. Entre ellos destaca la copa del mundo de Polo sobre hielo y las exhibiciones de coches clásicos que alberga I.C.E., un encuentro cultural donde el motor y el estilo de vida se disfrutan a toda velocidad, y que se lleva a cabo el 21 y 22 de febrero. Entre estas impresionantes celebraciones siempre hay actividades que permiten disfrutar de este espectáculo de la naturaleza: desde conciertos de piano, hasta patinaje sobre hielo o paseos en trineo.

Para alojarse, Grace La Margna St. Moritz
Tras su reapertura, hace poco más de un año, se ha convertido por méritos propios en uno de los hoteles más deseados de la ciudad. Conjuga lo mejor del servicio high end local con un diseño que huye de los clichés y apuesta por el estilo contemporáneo, relajado y hogareño. Algo que han sabido traducir, también, en el trato de su personal, igualmente amable y atento. Una verdadera apuesta por ese lujo lento y silencioso.

Sus setenta y cuatro habitaciones son amplias, cómodas y elegantes. Dada las características de los dos edificios que las albergan (uno de corte clásico y otro más contemporáneo) cada una cuenta con una peculiaridad que las hace únicas. Y, gracias a su elevada posición, pero también muy próxima al lago, permite disfrutar de unas vistas envidiables.
Conquistarte por el estómago
Sus tres restaurantes ofrecen una carta diferente para cada momento: The View, de estilo mediterráneo, es un acogedor mirador con vistas al lago; su Beefbar, el primer local en Suiza de la afamada marca es la meca para los amantes de la carne. Y el acogedor Max Moritz, para amantes de la fondue.

Y, para disfrutar de una copa tras la comida o la cena encontrarás TheBarNº5; el lugar de moda y punto de encuentro para locales y visitantes. En su menú revisitan los grandes clásicos, pero también hay espacio para la coctelería de autor y sugerencias personalizadas, con o sin alcohol. Como curiosidad: la carta viene en formato baraja de tarot… Si no tienes claro qué tomar, deja que la suerte elija por ti. Seguro que aciertas.

SPA: Salus Per Aqua
Pocas cosas hay más placenteras que disfrutar de un baño en agua caliente cuando fuera rozan los -20º. El spa de Grace ofrece eso y mucho más en sus 700 metros cuadrados dedicados al cuidado personal.
Cuenta con una piscina de 20 mts equipada para nadar contracorriente, dos saunas (una de ellas biosalina), un baño de vapor, salas con tratamientos personalizables, el SPA Lounge (donde se ofrecen bebidas y comidas saludables) y hasta una suite de spa privada. Después de un día esquiando no hay mejor recompensa que regalarse un par de horas para entrar en calor y relajar la musculatura.

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