
Meteora, la ciudad griega que cuelga del cielo y está rodeada de monasterios
¿Monasterios en lo alto de acantilados extremos? Bienvenidos a Meteora, Grecia, donde la espiritualidad y la aventura se dan la mano, literalmente, en las alturas. Atención: este viaje no es apto para personas con vértigo.
Pocas veces el término maravilla se utiliza con tanta precisión como en Meteora. Este paisaje de formaciones rocosas monumentales en el corazón de Grecia te sorprenderá por su belleza natural, pero también por la audacia arquitectónica que desafió lo imposible. Entre los siglos XIV y XVI, monjes ortodoxos levantaron monasterios en lo alto de estas columnas de roca, buscando aislamiento espiritual y protección en tiempos turbulentos.
Hoy, esos mismos monasterios, colgados literalmente entre la tierra y el cielo, son Patrimonio de la Humanidad y un testimonio único del ingenio humano en plena naturaleza, como ocurre en Marvao en Portugal o en el precioso pueblo de Rocamadour en Francia.
Las escaleras que reemplazaron a las antiguas poleas y cuerdas de acceso ahora te invitan a recorrer estos lugares de recogimiento. Los caminos que serpentean entre Kalambaka y Kastraki ofrecen la oportunidad de descubrir vistas impresionantes desde ángulos únicos. Este enclave combina la historia, la espiritualidad y el contacto con la naturaleza en un escenario que, una vez conocido, es difícil de olvidar.
Meteora, entre la tierra y el cielo
Ubicada en la región de Tesalia, Meteora es una visita imprescindible en Grecia, al igual que lo son sus islas paradisíacas. Las gigantescas formaciones rocosas que caracterizan el paisaje son el resultado de millones de años de erosión, pero no te culparíamos si piensas que Zeus mismo estuvo jugando con bloques gigantes aquí.
¿Qué hace tan especial a Meteora? En primer lugar, sus monasterios. Construidos entre los siglos XIV y XVI, estas edificaciones no eran exactamente fáciles de alcanzar. Su propósito inicial era la reclusión total: el aislamiento de los peligros del mundo exterior y la creación de un lugar donde la conexión espiritual pudiera ser absoluta. En aquellos días, el acceso se limitaba a cuerdas y poleas, lo que lo hacía perfecto si querías evitar visitas inesperadas (o si sufrías de fobia social extrema).
De los veinticuatro monasterios originales, solo seis permanecen activos. Cada uno tiene su propio encanto, pero si buscas una recomendación, el Monasterio del Gran Meteoro (sí, el nombre es tan épico como el lugar) es el más grande y emblemático. La arquitectura es impresionante, pero las vistas desde allí arriba son lo que realmente te deja sin aliento. O quizá sea la subida: asegúrate de llevar agua.

Un destino accesible para los mortales
Viajar a Meteora es mucho más accesible ahora que en la época medieval, aunque todavía conserva un toque de aventura. Si vas desde Atenas, puedes llegar en tren, autobús o coche. El trayecto hasta Kalambaka, la ciudad más cercana, ya es una pequeña odisea que te introduce en la belleza rural de Grecia. Una vez allí, los taxis y autobuses locales te conectan con las maravillas de Meteora, pero si quieres vivir la experiencia completa, considera alquilar una bicicleta o caminar.
Un consejo: empieza temprano. Las mañanas en Meteora son mágicas, con niebla baja que envuelve las rocas y da la sensación de estar en un lugar que mezcla lo terrenal con lo celestial. Además, evitarás las hordas de turistas que, inevitablemente, aparecen a medida que avanza el día.

Y aunque Meteora es, sin duda, el protagonista del viaje, pero no es lo único que hay que ver. Kalambaka y Kastraki, los pueblos vecinos, son perfectos para una dosis de cultura griega menos concurrida. Piérdete por sus calles, prueba un souvlaki en alguna taberna local o aprende sobre la historia de la región en el Museo de la Cultura Griega en Kalambaka, con Grecia a tus pies.
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