
Descubre Ljubljana, la capital europea más verde y con la mejor calidad de vida
Ljubljana, la capital eslovena es ese tipo de lugar al que llegas sin expectativas y del que vuelves hablando maravillas. Bonita, con espíritu sostenible y carácter relajado, lo tiene todo para sorprender.
Para empezar con buen pie, seamos sinceros: si pronuncias Ljubljana a la primera sin titubear ni consultar Google, enhorabuena, eres una rara excepción lingüística. A la mayoría nos basta con saber que esta pequeña capital europea se está poniendo discretamente de moda gracias a una mezcla perfecta entre tamaño manejable, calidad de vida impecable y el ambiente acogedor que desprenden sus calles peatonales.
Por si fuera poco, Eslovenia, ese país que hasta hace nada era una gran incógnita turística, a pesar de contar con destinos como la maravillosa isla de Bled, resulta tener el lujo inconfundible de una capital que enamora sin alardes. Lo mismo un día estás sentado tranquilamente en una terraza a orillas del río Ljubljanica que al siguiente te ves comprando una bicicleta para sentirte un lugareño más.
Y es que Ljubljana es de esas ciudades europeas muy bien valoradas que, además, tienen efecto sorpresa incluido: nadie llega aquí con grandes ambiciones turísticas y, precisamente por eso, todo acaba sabiendo mucho mejor. Desde el primer paseo por su casco histórico hasta el primer sorbo de vino esloveno en alguna vinoteca escondida.
El encanto verde de Ljubljana, una capital sin coches
Una de las señas de identidad más sorprendentes de Ljubljana es su decidida apuesta por convertirse en una capital libre de coches. En los últimos años, el centro de la ciudad ha eliminado casi por completo el tráfico rodado, transformando sus calles en un paraíso para peatones, ciclistas y amantes del patinete eléctrico. Es imposible caminar por la emblemática plaza Preseren, cruzar sus puentes históricos o admirar las fachadas art nouveau sin pensar en que aquí se respira un aire más limpio.
En lugar de atascos, aquí encontrarás kilómetros de carriles bici perfectamente señalizados y terrazas de cafés en las que perder la noción del tiempo frente a un café expreso (cuidado: los eslovenos son fanáticos del buen café y pueden juzgar severamente cualquier comentario banal sobre el tema). El resultado es una ciudad amable, de escala humana, que invita a recorrerla lentamente y a prestar atención a los detalles: desde pequeñas galerías de arte escondidas en callejones hasta librerías independientes sacadas de un sueño hipster.

El Mercado Central y los sabores del país más verde de Europa
Aunque Ljubljana es pequeña, su oferta gastronómica puede mirar de frente a cualquier ciudad mucho más grande. Y la mejor forma de comprobarlo es acercándose al Mercado Central, un espacio diseñado por el célebre arquitecto Jože Plečnik, verdadero héroe local y creador del estilo que hoy define gran parte de la ciudad. Pasea entre puestos de frutas, verduras orgánicas y quesos artesanales, para comprobar que aquí todo sabe a campo y autenticidad.
Pero si prefieres sentarte y dejar que alguien más haga el trabajo por ti, la ciudad presume de restaurantes donde se mezcla tradición centroeuropea y cocina mediterránea con sorprendente armonía. Es un lugar perfecto para probar vinos locales, como el delicioso Refosco.

Arte contemporáneo y noches con buena música
Si buscas algo más que paseos agradables y cenas memorables, Ljubljana también se toma muy en serio lo de la cultura. El barrio de Metelkova, por ejemplo, es la prueba viviente de cómo una antigua base militar puede transformarse en un centro alternativo y artístico. Aquí conviven talleres de artistas, exposiciones y conciertos que animan el ambiente nocturno.
A pocos pasos está el Museo de Arte Contemporáneo (MSUM), con una colección fascinante de arte vanguardista procedente de Europa del Este y de los Balcanes. Y por último, la vida nocturna de Ljubljana está llena de agradables sorpresas: terrazas animadas, bares con personalidad y pequeños locales en los que descubrir que los eslovenos tienen, contra todo pronóstico, un sentido del humor tan afilado como su paladar cafetero.
Llegar sin expectativas a Ljubljana es probablemente el mejor favor que puedes hacerte a ti mismo: saldrás con nuevos sabores en la boca, palabras impronunciables aprendidas y con ganas, seguramente, de volver pronto a una de las capitales más agradables de Europa.

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