Parecen galerías de arte al aire libre, pero son las islas japonesas de las que nadie te ha hablado
Las islas más desconocidas de Japón son también las más originales. Foto: Unsplash

Parecen galerías de arte al aire libre, pero son las islas japonesas de las que nadie te ha hablado

Olvídate del típico museo con paredes blancas y silencio sepulcral. En estas islas japonesas el arte se mezcla con el mar, los caminos rurales y hasta con una calabaza gigante. Bienvenido a Naoshima y Teshima.

Aleks Gallardo | Abril 8, 2025

Ahora que ya tenemos vuelos directos a Japón desde España y que todos los influencers nos han puesto los dientes largos con sus lugares favoritos de Tokio y Kioto, es el momento de descubrir una parte más desconocida del país, aunque igual de interesante. Tras coger el famoso tren bala japonés, te proponemos una visita a dos islas únicas en el país a las que solo puedes llegar en barco: Naoshima y Teshima.

Hay algo extraño (y genial) en que uno de los destinos más sofisticados del arte contemporáneo esté en una isla con más gatos que personas. Naoshima, una pequeña isla en el mar interior de Seto, no tiene ni aeropuerto, ni centro comercial, ni tráfico. Pero tiene obras de James Turrell escondidas en cuevas, arquitectura de Tadao Ando en medio de bosques y un museo donde puedes dormir entre obras de Monet. Literalmente.

No muy lejos está Teshima, que es aún más tranquila, y donde el arte parece fusionarse con la naturaleza. Aquí, perderse en una instalación artística es el plan. Estos lugares suponen una experiencia inmersiva y, al mismo tiempo, cero pretenciosa. Bienvenidos al experimento japonés donde el arte salió del típico cubo blanco para instalarse frente al mar.

Naoshima: arte contemporáneo en modo zen

Todo empezó en los años 80, cuando el millonario japonés Soichiro Fukutake decidió que quería algo más interesante que un resort con campo de golf. Apostó por convertir Naoshima en una isla dedicada al arte y la arquitectura. Se alió con el estudio de Tadao Ando y el resultado fue el Benesse Art Site: un proyecto ambicioso que hoy es referencia mundial.

Lo mejor es que no necesitas ser experto en arte para disfrutarlo. Puedes ir caminando por la costa y encontrarte con la famosa calabaza amarilla de Yayoi Kusama plantada en un muelle, como si llevara ahí toda la vida. Puedes entrar al Chichu Art Museum y ver cómo la luz natural cambia tu percepción a lo largo del día. O puedes dormir en el hotel-museo Benesse House y vivir la experiencia más completa.

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Las famosas calabazas de Yayoi Kusama en Naoshima. Foto: Japan Travel

En Naoshima no hay grandes masas de turistas ni filas infinitas. La isla es pequeña y todo se recorre en bici o en bus. Hay algo relajante en pasar del museo al mar en dos pasos, en ver cómo el arte no está ahí para deslumbrar, sino para convivir con el entorno.

También hay instalaciones en antiguas casas tradicionales dentro del Art House Project, donde artistas contemporáneos transformaron viviendas abandonadas en espacios únicos. Uno parece una casa normal, hasta que entras y el suelo desaparece. Otro tiene una lámpara flotante que reacciona a tu presencia. Es arte sin barreras y con espacio para que el visitante se sorprenda por su cuenta.

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Museo en la isla de Naoshima. Foto: Unsplash

Teshima: donde la arquitectura respira

A solo 20 minutos en ferry desde Naoshima está Teshima, una isla aún más tranquila, con apenas 800 habitantes y una propuesta artística que va más allá de los sentidos.

La joya aquí es el Teshima Art Museum, una especie de templo minimalista creado por el arquitecto Ryue Nishizawa y la artista Rei Naito. Desde fuera, parece una gota de agua gigante. Por dentro, el espacio está vacío salvo por unas aperturas en el techo y unas pequeñas fuentes de agua que emergen del suelo y se mueven lentamente. No hay cuadros, ni esculturas, ni textos explicativos. Solo estás tú, el silencio, la luz y el agua. Suena como algo muy new age, pero el efecto es hipnótico. 

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Visitar este museo en Teshima es una experiancia única. Foto: Unsplash

El resto de la isla también tiene intervenciones artísticas repartidas entre arrozales, senderos y casas antiguas. Se puede recorrer en bici eléctrica (muy recomendable si no quieres que te traicione la pendiente), y el ritmo es ideal para desconectar de todo. 

Además, Teshima tiene una historia interesante: fue una de las islas más contaminadas de Japón durante décadas por un escándalo de residuos industriales. El proyecto artístico vino de la mano de una regeneración ecológica que limpió la isla y le dio una nueva identidad. Hay algo potente en que un lugar herido se convierta en un refugio para el arte y la contemplación.

Aunque Naoshima y Teshima están muy cerca, cada una tiene su estilo. Naoshima es más conocida, tiene mejor infraestructura, más opciones para alojarse y un aire un poco más cosmopolita (dentro de lo que cabe en una isla rural).  Teshima es más silenciosa, más rural y más introspectiva. Aquí el arte se mezcla con el día a día de los pocos habitantes que quedan, y el ritmo es otro.

Ambas se complementan bien, pero conviene entender qué ofrece cada una para organizar el recorrido con cabeza. 

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Las vistas desde la isla de Naoshima. Foto: Kaori Chin

TURIUM TIPS

Planifica con tiempo: las islas son pequeñas y, aunque hay alojamientos únicos (como dormir en un museo, literal), también hay pocas habitaciones. Reserva con meses de antelación, sobre todo si vas en temporada alta.
No improvises los ferris: consulta los horarios y rutas. Algunos solo operan ciertos días o con cupo limitado. Desde Takamatsu salen varias opciones, pero hay que mirar bien la combinación si quieres visitar ambas islas en un solo viaje.
Zapato cómodo, siempre: vas a caminar bastante. Y aunque suene tentador vestirse como para una exposición en Tokio, aquí lo práctico gana.