
Puentes interminables y calles detenidas en el tiempo: así es Besalú, el pueblo medieval mejor conservado de Cataluña
En el corazón de Girona, entre las comarcas de l'Alt Empordà, el Pla de l'Estany y La Garrotxa, se encuentra Besalú, un precioso pueblo medieval que está entre los mejores conservados de España.
Hay sitios que, por mucho que pase el tiempo, parecen anclados en el pasado. Lugares en los que los días avanzan de manera diferente, de forma que a nadie le extrañaría ver justas de caballeros, trovadores y doncellas paseando por las calles. En España, aún hay rincones donde puedes dormir en el interior de un palacio neogótico, o caminar por los mismos puentes por donde antaño cruzaban los caballeros. Un ejemplo de ello es Besalú, un precioso pueblo de Girona que floreció en el medievo y donde aún quedan vestigios de aquella época grandiosa.
Así es Besalú, el pueblo medieval más bonito de Cataluña
Como si de una página de una enciclopedia de historia se tratase, las calles empedradas de Besalú se despliegan ante nuestros ojos nada más traspasar la torre de su puente románico. Ya desde lejos, uno empieza a ver cómo las casas de piedra se apiñan en una amalgama de tonos de beige que parece decir que este no es un pueblo normal.
Su nombre proviene de Bisuldunum, fortaleza entre dos ríos, y aún habla de la época en la que la ciudad no era más que una villa construida alrededor del castillo de Besalú, de cuya existencia ya había pruebas allá por el siglo X. El paso del tiempo, implacable y despiadado, ha ido borrando el trazado medieval original. Sin embargo, aún quedan restos del lugar que un día fue.

En un primer momento, la villa fue territorio franco y un punto clave en la resistencia contra los ejércitos musulmanes. El condado, que funcionó con cierta independencia durante varios siglos, alcanzó su época de máximo esplendor durante los siglos X y XI bajo el mandato de Bernardo Tallaferro, que hizo de Besalú un centro religioso independiente de la diócesis de Girona.
Es gracias a este conde, que vivió hasta el año 1020 d.C., que aún podemos encontrar numerosas construcciones de estilo románico en la región, como el Monasterio de Sant Pere, del que a día de hoy aún sobreviven la enorme iglesia de planta de cruz latina y restos del antiguo claustro.
Qué ver en Besalú
Aunque lo dejamos atrás nada más entrar, merece la pena pararse un momento a la orilla del río Fluviá para admirar el larguísimo puente de Besalú. La calzada, construida sobre siete arcos, serpentea sobre el cauce del río. Pese a que no es muy alta, la torre hexagonal se refleja sobre las aguas y parece teñir de color beige el azul de la superficie.
Pero el Pont Vell dista mucho de ser el único resto medieval que sobrevive en este pequeño municipio de apenas 2.500 habitantes. Donde antiguamente se erigió el Castillo de Besalú, hoy encontramos los restos de la iglesia de Santa María, cuyo cuerpo blanquecino mantiene el recuerdo de la antigua fortaleza.

Otro de los templos en los que merece la pena hacer una parada es la iglesia de Sant Vicenç: una joya del románico cuya estructura original comenzó a construirse en el año 977 d.C., aunque la mayoría de sus elementos datan del siglo XII. Tras la sobria portada se oculta la tumba gótica de Pere de Rovira, mientras que en la capilla lateral encontramos el relicario de la Vera Cruz.
No obstante, nuestra parte favorita de la ciudad, por su conexión con el pasado y su espectacular estado de conservación, es el antiguo barrio judío, que se extiende por las calles de Tallaferro y del Portalet hasta llegar a la Plaza de los Judíos. Bajo el trazado de este barrio, construido en piedra, encontramos el micvé: uno de los dos únicos baños judíos que se han descubierto en la Península Ibérica.
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