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Ni el Vaticano ni La Valeta, esta es la ciudad más pequeña del mundo: cervezas belgas, restaurantes estrella Michelin y castillos medievales
¿Puede una ciudad caber en un solo vistazo? Durbuy, en Bélgica, lo consigue. Con calles adoquinadas, un castillo imponente y restaurantes con estrella, este rincón medieval lo tiene todo en versión mini.
Que te conozcan como la ciudad más pequeña del mundo es, como mínimo, un movimiento de marketing brillante. Durbuy compite en tamaño con lugares como la Ciudad del Vaticano y La Valeta, pero ostenta el título desde el siglo XIV, cuando se le concedió el estatus de ciudad. Desde entonces, ha explotado su tamaño compacto como una ventaja. Porque, ¿qué mejor manera de captar la atención que vendiéndote como un lugar tan pequeño que puedes recorrerlo sin prisa y sin perder un solo detalle? Así ocurre también en Frías, la ciudad más pequeña de España.
Pero no te dejes engañar por las apariencias. En menos de dos kilómetros cuadrados, Durbuy condensa más historia, buena gastronomía y rincones fotogénicos que muchas ciudades con cien veces su tamaño. Si ya has estado en Bruselas y en Amberes, sin duda te recordará a ellas, pues este también es el tipo de destino que se descubre sin mapa, donde cada esquina parece pensada para hacer que los visitantes se pregunten: "¿Cómo es posible que nunca haya oído hablar de este sitio?"
Un casco medieval muy bien conservado
Durbuy es una máquina del tiempo, pero sin las incomodidades de viajar al pasado. Sus calles de piedra, edificios del siglo XVII y ambiente tranquilo te sumergen en una época donde la prisa no existía. Lo mejor es recorrerla sin un plan, dejando que las callejuelas dicten el ritmo.
El castillo de Durbuy, aunque no se puede visitar por dentro (es privado), domina el paisaje y aporta ese toque de cuento de hadas que toda ciudad medieval necesita. Al otro lado del río Ourthe, el Parc des Topiaires sorprende con más de 250 esculturas vegetales, como si fuese un jardín de Versalles en miniatura.
Y si hay algo que merece la pena en Durbuy, es su plaza central, donde las terrazas invitan a una pausa con una buena cerveza belga en la mano.

Gastronomía de alto nivel en Durbuy
Pocos lugares pueden presumir de ofrecer alta cocina en un entorno tan recogido. El chef Wout Bru, con una estrella Michelin, ha convertido a Durbuy en un destino gastronómico gracias a Le Sanglier des Ardennes. No es el único. En el centro, pequeñas brasseries y restaurantes como La Canette o Le Fou du Roy combinan la tradición de las Ardenas con toques creativos que justifican el viaje.
Para los amantes del dulce, el chocolate belga aquí tiene su propio protagonismo. Varias tiendas artesanales ofrecen pralinés, trufas y bombones a los que es difícil resistirse.

Más allá de las murallas: aventura en las Ardenas
Durbuy no solo es piedra y adoquines. Su ubicación en las Ardenas la convierte en un punto de partida perfecto para actividades al aire libre. Desde rutas en kayak por el río Ourthe hasta senderos en bicicleta que recorren los bosques cercanos, hay opciones para quienes necesiten algo de acción entre tanto encanto medieval.
El laberinto de Barvaux, a pocos kilómetros, es otro de los atractivos curiosos de la zona. Durante el verano, se convierte en una experiencia interactiva con pruebas y espectáculos que lo hacen ideal para familias o para quienes quieran perderse, literalmente, en el campo belga.
Durbuy puede ser pequeña, pero no escatima en opciones exclusivas. Desde hoteles boutique con spas de primer nivel hasta experiencias privadas como cenas en castillos cercanos o catas de cerveza personalizadas. En definitiva, Durbuy se recorre en una tarde, pero que deja recuerdos de viaje para mucho más tiempo.

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